“San Benito, artífice de paz”
En este mes de Julio celebramos solemnemente a San Benito como patrón de Europa. Un santo que se nos hace “nuevo” cada día al leer sus enseñanzas y haciendo viva la tradición de los monasterios que seguimos su Regla. Todos “en camino” para llevar la paz al mundo entero, a través de la gracia de la oración, del trabajo y estudio, de la vida hecha presencia unida a Cristo, en la comunidad concreta de los hermanos y en la unión espiritual a todos los hombres, que nos hace llegar hasta los confines del mundo.
Si nuestra alegría es saber que nuestros nombres están inscritos en el Cielo, que Dios nos ha destinado en Jesús a ser santos e irreprochables en su presencia por el amor (Ef 1,3-4), hemos de saber también que esta es la señal que nos ha de identificar como seguidores de Jesucristo: el llevar el amor y la misericordia de Dios desde nuestro corazón en Cristo a todos los corazones, para que el mundo crea.
No en vano los monjes de San Benito tenemos como santo y seña la “PAX” que es el saludo que nos caracteriza. La paz que Cristo nos trae en la Resurrección, que Él mismo aviva en nuestros corazones, allí donde estemos, para que seamos paz y concordia para el mundo, que sufre las consecuencias terribles de la guerra que parece no tener fin.
San Pablo VI al declarar a San Benito patrón de Europa, nos deja en su Carta Apostólica[1] las siguientes palabras que nos dan mucha luz y nos ayudan a celebrar y vivir con gozo la tradición recibida de nuestro P. San Benito:
«Con mucha razón se alaba a san Benito como misionero de la paz, formador de la unidad, maestro de la cultura, y principalmente como gran promotor de la vida cristiana y organizador de la vida monástica occidental. En tiempos en que el Imperio Romano se precipitaba a su ruina, desgastado por su envejecimiento, cuando algunas naciones de Europa andaban todavía envueltas en tinieblas, mientras otras gozaban de una situación más privilegiada, así como de los bienes espirituales, el santo con el ingente esfuerzo de su incansable virtud, logró que brillase una nueva aurora en el mismo continente.
Sirviéndose de la cruz, de las letras y del arado, y especialmente por sí mismo y por sus hijos trajo la civilización cristiana a los pueblos que habitaban desde el mar Mediterráneo hasta las regiones escandinavas y desde Irlanda hasta las tierras de Polonia. Por medio de la cruz, esto es, por la ley de Jesucristo reafirmó y aumentó las buenas costumbres en la vida pública y privada. Es oportuno recordar que mediante la “Obra de Dios”, esto es, por su manera particular y asidua de rezar, enseñó que el culto divino era de suma importancia en la sociedad humana. De ese modo formó la unidad espiritual de Europa por la cual creó el sentimiento de un único Pueblo de Dios en naciones diferentes por su lengua, por su raza y por su manera propia de ser. Esta unidad, con el decidido apoyo de los monjes, discípulos de la escuela de tan gran Padre, se convirtió en la característica propia de lo que hoy llamamos “Edad Media”. Unidad que como dice San Agustín es “el alma de toda la belleza”, y que desgarrada más tarde por las vicisitudes de los tiempos, se esfuerzan por restituir nuevamente en nuestros días cuantos están dotados de buena voluntad».
Sigamos poniendo nuestro pequeño grano de arena, siendo constructores del Reino de Dios, que es paz y armonía. Alegrémonos, pues, porque nuestros nombres están inscritos en el cielo, como hijos de Dios, que es nuestra paz. Como nos dice san Benito en el Prólogo: Si quieres gozar de una vida verdadera y perpetua, «guarda tu lengua del mal; tus labios, de la falsedad; obra el bien, busca la paz y corre tras ella (Salmo 34)»
¡Feliz Solemnidad de Ntro. Padre San Benito!
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