19 ago 2025

SOLEMNIDAD DE SAN BERNARDO DE CLARAVAL, ABAD Y DOCTOR DE LA IGLESIA

San Bernardo de Claraval nació en Borgoña (Francia) el año 1090. Fue el principal propulsor de la reforma cisterciense, promotor de la santidad en todos los estados, y paladín intrépido de la integridad de la fe católica. Es el último de los Padres de la Iglesia, pero uno de los que más impacto ha tenido en ella. Muere en Claraval el año 1153. Fue canonizado el 18 de junio de 1174 por el Papa Alejandro III y declarado Doctor de la Iglesia en 1830 por Pío VIII.

“Escúchelo, pues, el que ya está cerca del puerto de salvación con el pensamiento y la añoranza; el que ya ha lanzado por la proa el ancla de su esperanza y está como irresistiblemente amarrado sin que le arranquen de su tierra deseada, esperando cada día, mientras sigue combatiendo, a que llegue su cambio de domicilio. Este género de vida al que os habéis consagrado es la arribada a puerto más segura, porque es una preparación para la muerte como llamamiento y justificación divina. Ambos extremos están unidos por una estrecha conexión, como una especie de eternidad con la eternidad, es decir, como si se subordinase la comunicación de la gloria a la predestinación, porque así como la predestinación no ha tenido nunca un comienzo, tampoco la comunicación de la gloria conocerá jamás el final. No tomes como originalidad mía la conexión intermedia a que me he referido entre esta como doble eternidad. Escucha al Apóstol, y verás que también él se refiere a la misma, pero más claramente. (S. Bernardo, Serm. 7, sobre el Salmo 90, pg. 495).

Oración 

Señor, que guías nuestras almas como el puerto acoge al navegante fatigado, haz que mi pensamiento y mi añoranza permanezcan fijos en Ti, como ancla lanzada en las aguas de la esperanza. Que mi vida consagrada sea combate y espera, preparación serena para el día en que me llames a Tu morada eterna. Hazme digno de esa comunicación gloriosa que no conoce fin, como Tu predestinación, que jamás tuvo comienzo. Une mi tiempo a Tu eternidad, y que mi tránsito por este mundo sea como el paso seguro de quien ya siente el arrullo de las olas celestiales. Escucho al Apóstol, y escucho a Tu siervo, y en sus palabras reconozco el eco de Tu promesa: que los que esperan en Ti no serán defraudados. Amén

La Familia cisterciense, Oh Santísima Trinidad, canta tu infinita gloria alabando tu bondad; y te pide humildemente, nos concedas vocaciones, además de santidad, y fuerza para andar el camino que nos trazó Bernardo de Claraval. Amén.


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