Decimos con Elredo de Rieval: “Gozo por la
festividad; experiencia del amor, que llena y une todo”. Llena también de gozo
la santa solemnidad de este día, que no sólo reconocemos como digno de
veneración por su excelencia, sino que experimentamos que es deliciosa por su dulzura.
En ella se ensalza de un modo especial el amor, la palabra más dulce que se puede
oír, lo más gozoso que se puede experimentar. ¡Oh, si supiesen los hombres, que
no hacen más que hablar del amor, qué dulce, qué bueno, qué deleitoso es este
amor! Les parecería verdaderamente vil y repugnante el amor que no es amor,
porque sólo este amor es amor, verdadero amor. (Sermón 68 en el día de Pentecostés).
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¡Amado Dios, en este día de Pentecostés, venimos con
corazones agradecidos por la promesa de tu Espíritu Santo! Te pedimos que
derrames tu Santo Espíritu sobre nosotros, llenándonos de paz, sabiduría y
valentía para vivir según tu voluntad. Que tu presencia nos fortalezca, nos
guíe y nos inspire a compartir tu amor y tu verdad en cada momento. Gracias por
el regalo de tu Espíritu que nos transforma y nos une como comunidad de fe. Amén.
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