17 dic 2025

Al VII Congreso Internacional de Abadías Cistercienses de Alcobaça (Portugal)

“El Proyecto Cultural de la Congregación Cisterciense de Castilla: Un patrimonio vivo donde se encuentran tradición, arte y liturgia.”

Intervención de Dña Cristina Gerez

Abstract:

El objetivo de este trabajo es desarrollar la propuesta de renovación de la exposición cultural de la Congregación Cisterciense de Castilla. El proyecto cultural pretende reconectar la Orden con el entorno de sus comunidades, mostrando la riqueza artística y litúrgica que las caracteriza, permitiendo a los visitantes participar no solo en su tradición histórica, sino también en su patrimonio espiritual, a través del arte y la historia. Con nueve monasterios femeninos repartidos por toda España y otros dos en Bolivia, el patrimonio histórico y cultural de la Congregación de Castilla destaca por su diversidad y singularidad. Aunque todavía se encuentra en una fase inicial, en los últimos años se han llevado a cabo intervenciones que está previsto continuar en el marco de un proyecto que permita a los visitantes descubrir la vida espiritual, el arte y la historia de las hermanas cistercienses, fruto de una labor de conservación, estudio y difusión de este valioso patrimonio. El trabajo se basará en los esfuerzos realizados en el Monasterio de San Benito (Talavera de la Reina), Santo Domingo de Silos el Antiguo (Toledo), Santa Cruz (Casarrubios del Monte), y Santa María la Real de Huelgas (Valladolid)."

Texto

Buenos días, antes de empezar, quería agradecer nuestra presencia aquí a Ana Pagará,  la directora del Monasterio de Alcobaça y a la Red Europea de Patrimonio Cisterciense por invitarnos e insistir en compartir nuestro proyecto con todos vosotros. 

También quería agradecer a la congregación de Castilla, y en especial a su Abadesa Presidenta, Madre Eugenia, por su fe en mí y por ofrecerme realizar esta conferencia en su nombre. Empecé a colaborar con ellas hace tan sólo unos meses y poder presentar esta conferencia ha sido una oportunidad para conocer más de cerca no sólo su patrimonio histórico y artístico, sino, sobre todo, sus comunidades vivas. 

Es por ello que al ser invitadas a compartir nuestro proyecto cultural sobre los monasterios de la Congregación hemos decidido titularlo: “El Proyecto Cultural de la Congregación Cisterciense de Castilla: Un patrimonio vivo donde se encuentran tradición, arte y liturgia.”

Antes de nada, me gustaría situarles brevemente en la realidad histórica de la Congregación desde que se conformó hasta nuestros días, así como precisiones sobre su funcionamiento. 

La Congregación fue erigida en 1425  por el Papa Martin V con la bula “Pia supplicum voya” y amparaba tanto monasterios femeninos  como masculinos. Los monasterios de monjes se suprimieron en 1835, pero la congregación continúo existiendo con monasterios femeninos, pero sin capacidad ejecutiva. La Congregación se reorganizó en 1994 a través de unas Constituciones aprobadas por la Santa Sede con la finalidad de mantener la entidad propia de cada monasterio y su personalidad concreta, pero con una voluntad de socorrerse mutuamente en los casos necesarios a fin de facilitar la vida monástica. Cada monasterio mantiene por tanto su gobierno y decisión. 

La congregación se renovó con 12 monasterios bajo su manto, de los cuales llegan a nuestro día 10 comunidades activas repartidas en 9 monasterios, distribuidos de la siguiente manera:   en el norte de la península  el monasterio de Santa Ana (Lazkao)  y Nuestra Señora de la Anunciación (Santo Domingo de la Calzada), la Real Abadía Cisterciense de Santa María y San Andrés (San Andrés del Arroyo, Palencia),  el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas (Valladolid), Monasterio de la  Piedad Bernarda-Casa Asistencial (Madrid),  Monasterio de la Santa Cruz (Casarrubios del Monte), Santo Domingo el Antiguo en Toledo, el monasterio Cisterciense de San Benito (Talavera de la Reina) Y el monasterio de la Asunción de Nuestra Señora ( Málaga). En el año 2019 fueron incorporados los 2 monasterios que tiene la Orden en Bolivia, en La Paz y Apolo. 

Parecería contradictorio hablar de un proyecto cultural unitario con tal diversidad geográfica. Sin embargo, este proyecto nace como respuesta al fenómeno que ha sufrido la Congregación los últimos años, pues la disminución de vocaciones ha forzado el cierre de varios de los monasterios que la conformaban. Ello, que podría haber constituido únicamente un gran pesar para las hermanas y la congregación se ha convertido en el germen de una profunda reflexión interna. 

Dado que el cierre de monasterios ha traído de la mano la reubicación de sus bienes, entre los cuales encontramos los artísticos, este proceso llevó a las hermanas a cuestionarse cómo presentar la realidad monástica cisterciense al mundo a través de su patrimonio artístico, entre otras formas. Así surgió este proyecto cultural, cuyas iniciativas – que procederemos a detallar - se suman y entran en diálogo con las acciones que se estaban realizando ya en cada comunidad de forma independiente. Se encuentra todavía en una fase muy incipiente, pero cargada de significado. 

Como punto de partida del proyecto se han establecido dos objetivos prioritarios: fortalecer el vínculo entre la Orden y su entorno mediante la valorización artística, histórica y espiritual de cada uno de sus monasterios y generar una narrativa sobre su presencia histórica en las diferentes comunidades, también aquellas que ya no están. 

Así, se propone la renovación integral del museo del Convento de Santo Domingo el Antiguo (Toledo), la reorganización patrimonial y documental de los monasterios de Santa Cruz (Casarrubios del Monte), Santa María y San Andrés (Palencia) y San Vicente el Real (Segovia).  Se espera que los resultados materiales se puedan reflejar por tanto en un Archivo General de la Congregación y la apertura de un nuevo espacio expositivo en Toledo, para así cumplir con su finalidad última:  garantizar la preservación y transmisión del patrimonio cisterciense, haciendo accesible su legado a la sociedad actual.

Pero como ya he señalado, estas acciones se habían empezado de forma pionera por varios de sus monasterios. Es el caso, por ejemplo, del monasterio del Monasterio Cisterciense de San Benito en Talavera de la Reina o el Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas (Valladolid). 

  1. Monasterio de San Benito

El monasterio de San Benito (Talavera de la Reina) fue fundado en torno al siglo VI, y aunque originalmente no estaría ubicado en el emplazamiento actual, sino extramuros, pasa en el año 1126 al interior del recinto amurallado de la ciudad. Sin embargo, el monasterio tuvo que ser completamente reestructurado en el siglo pasado a excepción de su claustro, de estilo renacentista. La comunidad que lo conforma dedica sus días al “Ora et Labora” traducido en un seguimiento de la Lectio Divina y labores manuales, como su exquisita encuadernación. 

El segmento de muralla adosado al recinto monacal “La Villa”, que actúa de cerramiento de la huerta, forma parte de uno de los pocos ejemplos de arquitectura defensiva que conservamos en la Península de época tardoantigua y factura romana (pues está datada entre los siglos IV y V, gracias a hallazgos como huellas de caligae). En el año 2018, el Ayuntamiento de Talavera de la Reina promovió el Proyecto de Recuperación de la Muralla y su Recorrido, que finalizó con el Plan Director presentado en el año 2022. Dicho Proyecto, frente al que la comunidad mostró una actitud dialogante, buscaba investigar e intervenir de forma coherente el recinto amurallado para revalorizarlo en el contexto urbano. 

Dicho segmento cuenta también con reformas islámicas y adiciones cristianas como las destacadas torres albarranas. Para que se pudiera intervenir, fue necesario el consenso con la comunidad, pues se pretendía intervenir y recuperar las rasantes originales y el recorrido de los adarves, cuya cara interior lindaba con la propiedad. Dicha problemática se solucionó con medidas de protección social como vallados para garantizar la privacidad de las hermanas en y así permitir, no únicamente la rehabilitación del conjunto, sino su musealización y habilitación del recorrido para los visitantes. 

  1. Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas

El Monasterio de Santa María la Real de las Huelgas, en Valladolid, fue fundado por la reina Doña María de Molina, esposa de Don Sancho el Bravo durante el siglo XIII. La actual edificación monástica, junto con la iglesia, que cuenta con ricas obras de arte, se levanta sin embargo en 1579, pues la fundacional sufrió un incendio, sobre los restos del palacio de la reina, una de las puertas del antiguo recinto y restos de un torreón del siglo XV. 

Hoy la comunidad que lo habita dedica sus energías fundamentalmente al colegio que fundaron en 1959, abriendo sus puertas en 1966. Aún así, ello no es óbice para que la comunidad no solo conserve, sino que exponga de una forma admirable, su archivo y obras de arte, en un museo organizado por la propia comunidad cuando se produjo la afiliación de las hermanas del convento de San Quirce y Santa Julita, con la finalidad de preservar su legado histórico-artístico y espiritual. Son un ejemplo admirable de cultura que muestra su espiritualidad en la labor diaria del colegio anexo al monasterio y a través de su patrimonio histórico y artístico. 

  1. Real Abadía Cisterciense de Santa María y San Andrés 

 Compartiendo comunidad autónoma, pero subiendo hacia parajes más aislados, se encuentra la Real Abadía Cisterciense de Santa María y San Andrés (San Andrés del Arroyo, Palencia). De fundación desconocida, pero anterior al 1189, presenta una iglesia de 3 ábsides del siglo XIII; así como uno de los más bellos claustros románicos que encontramos en España. Aunque apartada de los núcleos poblacionales, desde su fundación ha pasado por épocas de fuerte vocación social, formando una de las escuelas monacales más reseñables del entorno en el s.XX. Entre 2007 y 2008 se llevó a cabo una intervención arqueológica en el monasterio que sacó a la luz nuevas áreas cementeriales sobre la Cilla o el Salón Norte que datan otras áreas del monasterio como posteriores al s.XIII, el monasterio se iría construyendo de forma orgánica a lo largo de los siglos. 

Hoy su comunidad se dedica a la pastelería y a la atención de las más mayores, así como a la exposición de su bellísimo claustro y cenobio, a través de paneles interactivos que posibilitan la visita guiada. 

  1. Monasterio de la Santa Cruz (Toledo)

El monasterio de la Santa Cruz en Casarrubios del Monte (Toledo) nace en 1633, a través de la Madre María Evangelista (recientemente reconocida como venerable) y otras hermanas procedentes del Monasterio de Santa Ana de Valladolid. Su construcción es muy sencilla, aunque revestida de gran dignidad a mediados del siglo pasado pues el edificio amenazaba con derrumbarse. No fueron pocos los avatares que esta fundación tuvo que sufrir durante la guerra civil española.  Conserva una estructura pragmática en favor de la liturgia y el trabajo monástico – esta comunidad realiza trabajos de pastelería y repostería y archivo, aunque en el pasado desempeñó otras diversas, como la dirección de un taller de costura- que transmite una belleza sencilla y cotidiana. 

Ha sido este monasterio el elegido para recibir el Archivo General de la Congregación, que recoge los fondos bibliográficos de monasterios de aquellas comunidades que se han extinguido a fin de que su historia y espiritualidad no se pierdan. Dichas comunidades son: Monasterio de Santa María y San Vicente el Real (Segovia), Monasterio del Santísimo Sacramento (comenzó en Madrid, pero pasó sus últimos años en Boadilla del Monte), Monasterio de Santa Ana (Brihuega) y el propio del monasterio, junto con las obras de María Evangelista.  Actualmente se está procediendo a organizar los diferentes fondos bibliográficos para poder clasificarlos, estudiarlos en profundidad, catalogarlos y ponerlos a disposición de la comunidad investigadora a través de su digitalización. Los fondos bibliográficos son de gran valor para la Congregación, pues datan de épocas fundacionales y son de una riqueza histórica inconmensurable, 

  1. Santo Domingo de Silos el Antiguo 

Próximo a este monasterio se encuentra Santo Domingo de Silos El Antiguo, en pleno casco histórico de Toledo. Esta comunidad fue la primera patrona del Greco al llegar a España, encargándole tres retablos para su monasterio- que fueron reunidos en el Museo Nacional del Prado este año gracias a la generosidad de la comunidad- marcando el inicio de una relación que se mantendría en el tiempo, pues el pintor llegó incluso a barajar la opción de enterrarse en el cenobio. 

Las crónicas de la ciudad hablan de un establecimiento monacal ya en época visigoda, que desaparecería durante la invasión musulmana. No sería hasta 1085, fecha de la reconquista de Toledo, en la que se establecería la fundación que hoy encuentra continuidad, adoptando los usos cistercienses en 1159.

Sobre los años 80 del siglo pasado, la comunidad decidió formar un museo de artes escultóricas y suntuarias pues contaban con obras de gran valor y diversidad, procedentes también del monasterio de las Dueñas de Sevilla que se fundió con la comunidad de Santo Domingo en 1912, aportando una rica colección. El lugar elegido fue el coro y retrocoro, para no invadir la clausura, donde se expusieron las piezas en vitrinas y pedestales. 

Sin embargo, los años han pasado, y tanto la comunidad como la congregación han visto oportuna la reestructuración y la ampliación del museo: hasta ahora, el espacio expositivo se mostraba como comúnmente diríamos “en forma de museo de piezas”, sin ofrecer al visitante un recorrido establecido con una propuesta concreta. Además, la comunidad de laicos que frecuenta el monasterio lleva pidiendo desde hace unos años la apertura de nuevas zonas al público a fin de poder participar de ellas. Aprovechando que la exposición del retablo reunido pintado por el Greco para el cenobio en el Museo Nacional del Prado ha vuelto a colocar al monasterio en el punto de interés académico y turístico, y las casuísticas ya mencionadas, se ha propuesto una rehabilitación del museo monástico que genere no únicamente una visita turística, sino que introduzca al visitante a la vida monástica y la espiritualidad cisterciense a través del espacio, las piezas artísticas y el discurso expositivo. 

Así, durante los dos próximos años se llevará a cabo la rehabilitación del museo, que prevé su reapertura en torno a finales del 2026, y por primera vez, abrirá al visitante el claustro conocido como “de los laureles” y la sala capitular, pues son zonas que ya no frecuenta la comunidad existente. 

El claustro de los laureles pertenece al estilo morisco: hibridación entre la antigua tradición gótica y las novedades platerescas con el mudejarismo tardío y decadente, realizado en tiempos de Cisneros (siglo XV y XVI) que florecería en España en áreas determinadas como Toledo.  Se trata de una obra de dos pisos realizada fundamentalmente en ladrillo (aunque en su origen estaría encalado), con arcos de medio punto trasdosados en el piso inferior, y arcos conopiales mixtilíneos en el superior. Todavía hoy conserva parte del cerramiento del piso inferior, compuesto de tracerías góticas labradas en pizarra. Se conservan también barros vidriados y yeserías moriscas que constituirían el revestimiento decorativo. 

Por su parte, la sala capitular cuenta con una bellísima portada de estructura adintelada, con la característica red de rombos y florones inscritos y dos lacerias estrelladas. También en yeso, las ménsulas adosadas a los ángulos denotan la persistencia de las tracerías flamígeras, combinadas con atauriques. La zona baja de las jambas va recubierta de azulejos de arista estrellados, florales y pseudoepigráficos, mientras que el escalón se halla revestido de azulejos de cuerda seca. 

La propia sala capitular pertenece también al estilo morisco. En ella destacaríamos la alfombrilla; hecha en cerámica polícroma, así como los asientos corridos, los escalones y el frontal del altar, todos ellos revestidos de azulejos con decoración estrellada o formas renacientes, frente al encalado de la pared.  Pertenece así al primer tercio del siglo XVI 

La apertura de estos dos espacios al público no sólo permitirá la ampliación del espacio expositivo y su reorganización, sino que facilitará hacer participe al visitante del entorno en el que se encuentra, apoyado por guías audiovisuales que narrarán el propósito de cada uno de los espacios que transite en la vida monástica.

Así mismo, se busca replantear cómo está concebido el espacio expositivo en el coro de la iglesia, pues actualmente se encuentra algo abigarrado. Dado que la espiritualidad cisterciense otorga una gran importancia al canto coral  a través de la Liturgia de las Horas, (gracias a ella el coro cobra una relevancia sin precedentes), moviendo el epicentro de la liturgia a la relación entre el altar mayor y el coro de la comunidad monástica, se planteará la reestructuración de las obras así como el uso del coro para conciertos litúrgicos o en su defecto, pistas corales de audio, para remitir al visitante a esta característica del espacio, volviendo además a una simplicidad decorativa en la medida de lo posible. 

No se puede plantear un espacio expositivo en este monasterio sin hacer hincapié en la relación del Greco con la comunidad, pues los retablos allí pintados por él son de las primeras obras comisionadas al artista en Toledo y fueron sin duda el punto de partida para su éxito futuro. El contrato se establecería en 1577 para ocho cuadros: seis para el retablo principal y dos para los colaterales (Natividad y Resurrección). Fruto de la relación entre el artista y la comunidad, el pintor compraría en 1612 una bóveda sepulcral bajo el coro destinada a su enterramiento. Al morir dos años más tarde sería enterrado en dicho lugar, que todavía hoy se conserva, pero divergencias entre su hijo y la comunidad harían rescindir el contrato y hoy no se conoce a ciencia cierta si son sus retos los que se conservan o habrían sido trasladados. 

Se pretende así volver a promocionar el monasterio en el flujo de la ruta histórica de Toledo, pues la importancia histórica de la comunidad es fundamental para la ciudad y la historia del arte españolas y formar nuevos lazos con la comunidad laical existente. Pero ante todo, se desea volver a posicionarlo como un enclave espiritual en el que arte, liturgia e historia se encuentren. 

 

Conclusiones: Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales y Convención de Faro

En el marco del proyecto cultural de la Congregación Cisterciense de Castilla los principios que hoy nos reúnen aquí – los de Convención sobre la Protección y Promoción de la Diversidad de las Expresiones Culturales y Convención de Faro- se entrelazan de forma natural pues se entiende que el patrimonio monástico no constituye un conjunto estático de bienes, sino un recurso vivo centrado en la persona y orientado a su crecimiento espiritual y humano. 

El proyecto busca fortalecer el vínculo entre la Congregación y su entorno, haciendo accesible su patrimonio, favoreciendo la creación de nuevas comunidades laicales, a través de una reflexión constante sobre cómo transmitir al mundo la riqueza de la vida monástica. 

Los principios de Faro instan a una mejora de la accesibilidad al patrimonio, impulsando  su estudio, protección y conservación. El proyecto de la Congregación de Castilla responde a este llamado a través de iniciativas concretas de apertura y puesta en valor de los espacios monásticos: 

  • En el Monasterio de Santo Domingo el Antiguo, la renovación del museo pretende introducir al visitante en la vida monástica y en la espiritualidad cisterciense mediante un discurso expositivo y espacial más coherente. Por primera vez se abrirán al público el claustro —centro de la vida espiritual— y la sala capitular —núcleo de la vida comunitaria—.
  • Incluso en ámbitos de clausura, como en San Benito, se ha trabajado con las autoridades para permitir la rehabilitación y musealización de la muralla adosada, logrando un recorrido accesible para los visitantes sin comprometer la privacidad de las hermanas.
  • Asimismo, la creación del Archivo General de la Congregación en el Monasterio de la Santa Cruz permitirá clasificar y digitalizar un valioso fondo bibliográfico, poniéndolo a disposición de la comunidad investigadora y evitando su pérdida tras el cierre de monasterios. 

Aunque aún queda un largo trabajo por delante, la Congregación está plenamente comprometida y confiamos en que este esfuerzo dará abundantes frutos

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