El Miércoles de
Ceniza comienza la Cuaresma
con una enérgica llamada por parte de la Iglesia a la preparación de la Pascua que se avecina y a
la definitiva en el Cielo. En esta espera que es nuestra vida terrena, seremos
conducidos como Jesús al desierto. El Tentador aprovechará nuestra hambre de
éxito y bienestar para sus engañosas ofertas. Como Jesús debemos responder que
no sólo de eso vive el hombre.
Hay en nosotros
impulsos malos que el Diablo aprovecha para excitarlos: la comodidad, la
sensualidad, la ambición, la envidia, que desata la lengua y vierte en los
demás el veneno de la crítica, la agresividad y el deseo inmoderado de
imponernos a los demás... Todo un elenco de malicia que dañan a quienes nos
rodean y también a nosotros mismos.
Mas todos estos
sentimientos malos no debemos permitir que nos desorienten ni desanimen, sino
que debemos, con la ayuda de Dios, luchar por combatirlos no consintiéndolos. Es
más, las tentaciones desempeñan un importante papel en la madurez que se nos
está llamado a alcanzar. "Nuestra
vida, dice S. Agustín, no puede verse libre de tentaciones; pues nuestro
progreso se realiza por medio de la tentación y nadie puede conocerse a sí
mismo si no es tentado, ni puede ser coronado si no ha vencido, ni puede vencer
si no ha luchado" y la
Carta de Santiago en 1,12, también afirma: "Dichoso el varón que soporta la
tentación porque, probado, recibirá la corona de la vida que el Señor prometió"
En uno de sus
Sermones, el Santo Cura De Ars decía: "Si preguntáis a ese parroquiano de
la taberna si el demonio le tienta, os responderá que no, que nada le inquieta.
Interrogad a esa joven vanidosa cuáles son sus luchas, y os contestará riendo
que no sostiene ninguna, ignorando totalmente en qué consiste ser tentado. La
tentación más dañina es no ser conscientes de que somos tentados. Esa es la
mayor victoria del demonio sobre nosotros, mantener nuestra conciencia cerrada
a nuestra capacidad de pecado y al pecado mismo.
Pidamos con insistencia al Señor que mantenga
nuestros ojos abiertos a la luz se su amor misericordioso, sólo así seremos
capaces de vernos tal como somos y estar atentos a las “insidias del enemigo que como león rugiente ronda buscando a quién
devorar, para que resistamos firmes en la fe”.
Domingo primero de Cuaresma - 2016
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