“La Eucaristía es verdaderamente un resquicio
del cielo que se abre sobre la tierra… penetra en las nubes de nuestra historia
y proyecta su luz sobre nuestro camino”.
Y
es que la Eucaristía vivida con dignidad es ya una participación del Reino de
Dios por anticipado aquí en la tierra, donde todos unidos un día no haremos
otra cosa sino amar, adorar y alabar a nuestro Dios y Señor. La Eucaristía penetra
en nuestra vida, nos convierte en Aquello que comulgamos, en cristos vivientes,
y allí donde existió oscuridad, Él irradia luz; allí donde existió pecado Él
los purifica y aunque hayan sido rojos como escarlata, Él los lava y quedan más
blancos que la nieve, porque para Dios nada hay imposible. Y Jesús se nos
muestra como el Camino, la Verdad y la Vida.
“Jesús,
divino Sol de justicia y de paz, reina en nuestros Corazones. Y ya que te
quedaste en la Eucaristía por amor a los hombres no permitas nos apartemos de
ti jamás para que podamos contigo un día todos juntos bendecirte, adorarte y
amarte con todo lo que somos y tenemos”.
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