La solemnidad
de la Ascensión de Jesucristo a los Cielos es gloriosa y gozosa. A Cristo le
confiere una gloria extraordinaria, y a nosotros una peculiar alegría. Esta es
la cumbre y plenitud de las demás solemnidades, el broche de oro del largo
peregrinar del Hijo de Dios. El mismo que bajó es el que sube hoy por encima de
los cielos, para llenar el universo. Ya había demostrado ser el dueño de todo
el mundo: tierra, mar e infierno; ahora quiere manifestarse Señor del aire y
del cielo, con pruebas semejantes o mayores.
Dichoso quien te sigue siempre a ti, Señor
Jesús. Nosotros, pueblo tuyo y ovejas de tu rebaño, queremos seguirte a ti, con
tu ayuda, para llegar hasta ti, porque tú eres el camino, la verdad y la vida.
Camino con el ejemplo, verdad en las promesas y vida en el premio. Tienes
palabras de vida eterna, y nosotros sabemos y creemos que eres el Cristo, el
Cristo, el Hijo de Dios vivo, Dios bendito por siempre.
S. Bernardo. (Sermones
litúrgicos)
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