La Cuaresma son Cuarenta Días de Atención a Dios, nuestro Padre.
¡Cuarenta Días de Atención al Amor al Padre! ¡Qué hermoso desafío, qué bella
novedad!
Por ello, ¡preparemos nuestro encuentro con
Él! O mejor, examinemos Nuestro Amor. ¡Qué hermosa ocasión para preguntarnos
con calma y verdad!
Examinemos nuestro amor por nuestro Padre, por medio de
preguntas con sentido:
La primera
pregunta del Amor a Dios: ¿Soy capaz de entrar en mí mismo de verdad? En mi
corazón es donde me encontraré con el Padre; donde podrá resonar su presencia,
su interés por mí. Tengo que entrar en mi corazón, donde Dios quiere vivir
darme su Luz y su Llama Divina que me impulsará y guiará con verdad. ¿O quiero
quedarme en las afueras del mi corazón, que es quedarse en las afueras del Amor?
La segunda
pregunta del Amor a Dios: ¿Cuánto miro a tu Hijo, Padre Mío? En
esta Cuaresma me puedo preguntar cuánto contemplo y ahondo en el Misterio de Tu
Hijo, que se hizo hombre y murió por mí y por todos. ¿Puedo identificarme más
aún con el amor de tu Hijo Jesús por Ti, con su espíritu de servicio a tu
voluntad y al bien de mis hermanos y hermanas? ¿Soy de verdad seguidor suyo?
¿Cuánto puedo crecer en mi amistad por Él, durante esta Cuaresma?
La tercera
pregunta del Amor a Dios ¿Tengo alegría por escuchar y vivir la Buena Nueva? ¡Alegría! Sí. ¡Esa es la palabra! Alegría por vivir a fondo
el Evangelio de tu Hijo. Quizá no siento a fondo dicha alegría porque mi fe en
Él aún es pequeña. O quizá porque no me fío del todo. Porque tal vez me falta
una dosis de esperanza. Esperanza en el futuro, en los hombres, en el proyecto
de tu Hijo. Estos días parece que el mundo está a las puertas de una
catástrofe; hay un peligro real de una pandemia de coronavirus. La salud, la
economía, las relaciones interhumanas parecen cuartearse, quebrarse. ¡Esta
Cuaresma es una ocasión preciosa para volver a creer, para reconstruir la
esperanza!
La cuarta
pregunta del Amor de Dios: ¿Puedo comprender que este tiempo de Cuaresma es
tiempo de vivificaciones? Tu Hijo me llama de nuevo. Quiere predicarme
de nuevo el Evangelio, la Buena Noticia. Tu Hijo es el buen y generoso
hortelano que pide un año más de tregua para el Árbol Seco. “Dame un año más.
Cavaré en torno del árbol seco y lo abonaré con intensidad y generosidad”.
¿Cuál es el Árbol Seco de mi vida? ¿Mi oración? ¿Las relaciones con las
hermanas? ¿El individualismo? Es el momento de ponerme en las manos de Jesús,
de tu Hijo.
La quinta
pregunta del Amor de Dios: ¿Puedo reconocer la luz que derrama el Espíritu de
tu Hijo? Cada día es una ocasión de creer. Hay
problemas y dificultades, pero no deben ser excusas para disminuir nuestro
fervor. Los problemas son desafíos, retos que Dios permite para poder crecer.
La sexta y
última pregunta debe formularla cada uno, en el silencio de su ser. ¿Qué me
gustaría decirle, preguntarle a Dios, que aún no he dicho ni preguntado? ¿Hay
alguna pregunta oculta en el corazón, y que pugna por salir? ¿Algún rencor no
superado? ¿Algún sueño imposible?
El balance de este conjunto de preguntas es
que nuestro Padre no nos invita a trabajos, a la pura ascesis, sino a una
transformación profunda y verdadera. Quiere que le imitemos en su existencia
misericordiosa, que amemos a su estilo,
con generosidad. Nos invita a transformarnos en Él y a vivir su propia vida
divina. ¡Podría parecer una osadía, una
irreverencia, un sacrilegio... si no fuese porque es el propio Dios quien nos
habla así!
Es todo un estilo de vida que debemos
practicar en lo cotidiano. El ser humano, el hijo con la fuerza de Dios, con la
fuerza del Padre se dirige al prójimo y a Dios; y así, de un modo nuevo y
maravilloso, llega a su culminación.
Que en esta Cuaresma sepamos escuchar y
seguir a nuestro Padre, y seguir todas sus inspiraciones.
P. Ramón Álvarez Velasco OSB
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