No existe sacramento alguno más saludable que la Eucaristía, ya que en él se purifican los pecados, se acrecientan las virtudes, y la mente queda ungida de la abundancia de todos los espirituales carismas. En la Iglesia se ofrece por vivos y muertos, para que a todos aproveche, ya que por la salvación de todos fue instituido. Nadie es capaz de expresar la suavidad de este sacramento, gracias al cual puede disfrutarse, en su propia fuente, la dulzura espiritual, y así mismo en él se conmemora aquella incomparable caridad que Cristo mostró en su pasión. Por lo cual, por la inmensidad de este amor se grabará más hondamente en los corazones de los fieles, en la última cena, cuando se hallaba a punto de pasar de este mundo al Padre, después de celebrar la Pascua con sus discípulos, instituyó este sacramento, como memorial perenne de su pasión, como cumplimiento de las antiguas figuras y el mayor de los prodigios: dejarles en la tristeza de su ausencia un consuelo único. (De las obras de Santo Tomás de Aquino).
Oración
Señor Jesús, en este día sagrado en que celebramos tu presencia viva en la Eucaristía, te doy gracias por el don inmenso de tu Cuerpo y tu Sangre. Alimentas mi alma, fortaleces mi fe y me invitas a vivir en comunión contigo y con mis hermanos. Hazme testigo de tu amor en el mundo, que mis palabras y acciones reflejen tu misericordia. Que nunca me falte el deseo de buscarte en el Santísimo Sacramento y que cada encuentro contigo me transforme en instrumento de paz. Amén.
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