"Padre mío, si es posible, aleja de mi esta amarga bebida". Las reflexiones y las preguntas que me ha suscitado este
versículo son las que los seres humanos hacemos recurrentemente a Dios en
tiempos de desgracia: ¿No es posible llegar a la Pascua de otro modo? ¿Es
necesario morir, pasar por la pasión, para llegar a la gloria y a la vida? ¿Por
qué tenemos que pasar por la desgracia? ¿Por qué eliges Padre caminos tan
desconcertantes que humanamente no podemos ni comprender ni desear?
Son preguntas humanas, de seres sometidos al
tiempo, de seres piensan la realidad en concepciones mentales de “antes y
después” Pero no es
así en Dios. Dios no está sometido al tiempo, por eso para Dios el cáliz de
amargura es al mismo tiempo cáliz de salvación y por eso alzar a Cristo en la
Cruz es “levantar la copa de la salvación”. El secreto está en tener la confianza que
Cristo tuvo en el Padre para apurar hasta el fondo. Entonces podremos recitar
desde la experiencia de verdad el salmo 138 rebosando agradecimiento y ternura.
(texto completo aquí)
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