Estamos en tiempo de vendimia, tiempo propicio para meditar cómo nos cuida y protege nuestro Creador y Señor, dándonos sus
dones para ser vid que produzca los mejores frutos. Y una vez hechos vid, podamos
compartir la savia, la vida recibida, con otros sarmientos, hasta formar todos
unidos la Viña del Señor.
Una viña,
que es imagen de la Iglesia, de la que todos somos responsables, no solo el
Papa y los obispos. Una viña que es imagen de la vida consagrada, de nuestra
vida monástica…
¡Cuántos
ejemplos de santidad nos han acompañado! ¡Cuántos hermanos y hermanas han dado
su vida, y la siguen dando, por nosotros! ¿Sabemos reconocerlos hoy, en
nuestros días? ¿Acogemos la palabra y ejemplo con la que nos animan a cuidar de
la viña, podando lo que hay que podar, aunque nos cueste sacrificio, y abonando
con la oración y el gozo interior, la vida personal y comunitaria para dar
fruto?
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