La
medida de nuestra autonomía, de nuestra libertad, en comunidad siempre debe
asumir al débil, al último, porque la comunidad no puede dejar a nadie
descolgado. En comunidad vamos todas
juntas hasta la vida eterna (RB cap. 72) y el don propio de cada una tiene
que ser desarrollado y ofrecido al bien común. Así será fuente de gozo y
agradecimiento de todas las hermanas.
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