Queremos ver a Jesús, oír hablar de Él
1.¡Le
dijeron a Jacob: José vive! Al oírlo, revivió su espíritu y dijo: Me basta, si
José vive. Iré y lo veré antes de morir[1].
Quizá me digáis: ¿y a qué viene
esto? ¿Qué tiene que ver José con el gozo de este día, con la gloria de la
resurrección de Cristo? ¡Es Pascua, y tú nos vienes con cosas de Cuaresma![2]
Nuestra alma tiene hambre del Cordero pascual para el que se ha preparado con
tan largos ayunos. Nuestro corazón está ardiendo en nuestro pecho por Jesús[3].
Queremos a Jesús, y si aún no merecemos verle, al menos querremos oír hablar de
Él. Tenemos hambre de Jesús, no de José; del Salvador, no del soñador; del
Dueño del cielo, no del de Egipto; no del que alimenta los vientres, sino las
mentes de los que tienen hambre. Que tu sermón nos sirva al menos para darnos
más hambre de aquél a quien ya tenemos. Pues está escrito: Dichosos los que tienen hambre, porque serán saciados[4]. Cuando oímos
hablar aumenta nuestra hambre, lo mismo que quien hace elogios de los banquetes
excita el hambre. Si oímos hablar de Jesús, nuestro oído tendrá gozo y alegría, y exultarán nuestros huesos
humillados[5]. Nuestros huesos
están humillados por la aflicción y el duelo de Cuaresma, y todavía más por el
dolor de su Pasión, pero exultarán con el anuncio de su Resurrección. ¿Por qué,
pues, nos presentas tú a José, cuando no nos sabe a nada cualquier cosa de que
nos hables fuera de Jesús?[6] ¡Y
tanto más hoy, cuando Cristo nuestra
Pascua ha sido inmolado![7]. - Continúa...
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