“Ya no vivo yo, es Cristo quien vive en mí”
Esta expresión
de san Pablo es muy conocida. Quiere decir que al morir algo de nosotros mismos, queda sitio para que pueda entrar
Cristo en su corazón. "Cuando salgo yo, entra Dios". Cuando algo muere e mi de mi mismo, Dios se
presenta.
El silencio así, no
es vacío, es dejarle a Dios que se haga presente en nuestra conciencia,
en nuestra alma. Así surge la experiencia de lo eterno en nuestra vida. Cuando
algo está presente de este modo, no lo tenemos que imaginar ya que la imaginación
solamente es muy vulnerable. Cuando amamos, no sólo pensamos e imaginamos,
sobre todo experimentamos, vivimos..., no hay esfuerzos de imaginación, surge
la presencia, -podría decirse- espontánea de la misma vida interior. Esto es, experimentamos, sentimos profundamente, más que pensar. El pensamiento surge como consecuencia, o no surge, -porque no es
necesario- de la conciencia muy interior de la presencia amorosa, de Dios en nosotros.
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