Esta fiesta litúrgica de Cristo es el Rey del universo conmemora que
Jesucristo es el Alfa y el Omega, el Principio y el Fin. Su Reino es el Reino
de la verdad y la vida, de la santidad y la gracia, de la justicia, del amor y
la paz. Su Reino, además, es eterno y universal, es decir, para siempre y para
todos los hombres.
La Iglesia tiene el encargo de mostrarlo extenderlo con la predicación
y el servicio. Esta la su tarea y el centro de su afán de cada uno de sus miembros.
Se trata de lograr que Jesucristo reine en el corazón de los hombres, en el
seno de los hogares, en las sociedades y en los pueblos. Con ello conseguiremos
alcanzar de Él, un mundo nuevo en el que reine el amor, la paz, la justicia y la
salvación eterna de todos y cada uno de los hombres, hogares, países, resumiendo, en todo el mundo.
La celebración de esta gran Fiesta nos hace conscientes de
que Cristo puede empezar a reinar en nuestros corazones en el momento en que
nosotros se lo permitamos, y así el Reino de Dios puede hacerse más eficazmente
presente en nuestra vida. De esta forma Dios va instaurando continua y
crecientemente el Reino de Cristo en nosotros mismos, en el medio donde se
desarrolla nuestra vida, en toda la Iglesia y a través de ella en el mundo
entero.
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