“El amor es causa de la búsqueda, y la búsqueda es
fruto del amor. Encontrar a Dios es buscarlo sin cesar. En efecto, en esta vida no es una cosa
buscar y otra encontrar. El premio de la búsqueda es seguir buscando. El deseo
del alma queda colmado sencillamente por quedar insaciado, ya que ver a Dios no
es otra cosa, propiamente, que no estar nunca saciado de desearlo”[1] .
“Yo creo que ni aun cuando lo encontremos dejaremos de buscarlo. No se
busca a Dios moviéndonos, sino deseándolo. Y el feliz encuentro no extingue los
santos deseos, sino que los prolonga. ¿Acaso la plenitud del gozo adormece la
añoranza? Es poner más aceite en la llama. Así es. Desbordará de alegría, pero
no se agota el deseo ni la búsqueda. Imagina, si puedes, esta diligente
búsqueda sin indigencia, ese deseo sin ansiedad” [2]
No hay comentarios:
Publicar un comentario