6 dic 2019



¡Oh, Santa Madre Celestial!
¡Oh, Inmaculada Concepción!
que abriste para el mundo
la Fuente del Agua de Vida Curativa,
que brota desde el Bendito Corazón de Jesús,
disipa de nosotros todos los males que nos perturban,
abre nuestros corazones
a través de la Llama de Tu Inmaculado Corazón,
perdona nuestras faltas
y líbranos de los engaños del enemigo.
¡Oh, Santa Madre del Universo!,
quédate con nosotros,
para que, bajo Tu Amor Universal,
podamos vivir en Cristo,



LECTIO


Lectura del libro del Génesis (3,9-15.20):
Después que Adán comió del árbol, el Señor llamó al hombre: ¿Dónde estás?
Él contestó: “Oí tu ruido en el jardín, me dio miedo, porque estaba desnudo, y me escondí”.
El Señor le replicó: ¿Quién te informó de que estabas desnudo? ¿Es que has comido del árbol del que te prohibí comer?
Adán respondió: «La mujer que me diste como compañera me ofreció del fruto, y comí.»
El Señor dijo a la mujer: ¿Qué es lo que has hecho?
Ella respondió: “La serpiente me engañó, y comí”. El Señor Dios dijo a la serpiente: Por haber hecho eso, serás maldita entre todo el ganado y todas las fieras del campo; te arrastrarás sobre el vientre y comerás polvo toda tu vida; establezco hostilidades entre ti y la mujer, entre tu estirpe y la suya; ella te herirá en la cabeza cuando tú la hieras en el talón. El hombre llamó a su mujer Eva, por ser la madre de todos los que viven.
Palabra de Dios

Sal 97,1.2-3ab.3c-4

R/.
 Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas


Cantad al Señor un cántico nuevo,
porque ha hecho maravillas:
su diestra le ha dado la victoria,
su santo brazo. R/.

El Señor da a conocer su victoria,
revela a las naciones su justicia:
se acordó de su misericordia y su fidelidad
en favor de la casa de Israel. R/.

Los confines de la tierra han contemplado
la victoria de nuestro Dios.
Aclama al Señor, tierra entera;

Lectura de la carta del apóstol san Pablo a los Efesios (1,3-6.11-12):

Bendito sea Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, que nos ha bendecido en la persona de Cristo con toda clase de bienes espirituales y celestiales. Él nos eligió en la persona de Cristo, antes de crear el mundo, para que fuésemos santos e irreprochables ante él por el amor. Él nos ha destinado en la persona de Cristo, por pura iniciativa suya, a ser sus hijos, para que la gloria de su gracia, que tan generosamente nos ha concedido en su querido Hijo, redunde en alabanza suya. Por su medio hemos heredado también nosotros. A esto estábamos destinados por decisión del que hace todo según su voluntad. Y así, nosotros, los que ya esperábamos en Cristo, seremos alabanza de su gloria.
Palabra de Dios

Lectura del santo evangelio según san Lucas (1.26-38):

En aquel tiempo, el ángel Gabriel fue enviado por Dios a una ciudad de Galilea llamada Nazaret, a una virgen desposada con un hombre llamado José, de la estirpe de David; la virgen se llamaba María.
El ángel, entrando en su presencia, dijo: Alégrate, llena de gracia, el Señor está contigo.
Ella se turbó ante estas palabras y se preguntaba qué saludo era aquél.
El ángel le dijo: No temas, María, porque has encontrado gracia ante Dios. Concebirás en tu vientre y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Será grande, se llamará Hijo del Altísimo, el Señor Dios le dará el trono de David, su padre, reinará sobre la casa de Jacob para siempre, y su reino no tendrá fin.
Y María dijo al ángel: “¿Cómo será eso, pues no conozco a varón?”
El ángel le contestó: El Espíritu Santo vendrá sobre ti, y la fuerza del Altísimo te cubrirá con su sombra; por eso el Santo que va a nacer se llamará Hijo de Dios. Ahí tienes a tu pariente Isabel, que, a pesar de su vejez, ha concebido un hijo, y ya está de seis meses la que llamaban estéril, porque para Dios nada hay imposible.
María contestó: “Aquí está la esclava del Señor; hágase en mí según tu palabra”.
Y la dejó el ángel.
Palabra del Señor

MEDITATIO

Nos dice el Evangelio que María “se turbó y se preguntaba…” Seguramente, también nosotros nos turbamos, con tanto amor y cercanía de Dios, y nos preguntamos a qué nos invita Él a cada uno.
Como cristianos, ya en el Bautismo, asumimos el compromiso de luchar contra el mal, creer lo que Dios nos ha revelado como amigo, y vivir amándole a Él y a los hermanos, construyendo así su Reino de amor y paz. En la Confirmación recibimos más plenamente el Espíritu para realizar esta misión. La Palabra de Dios ilumina siempre nuestro camino y en la Eucaristía recibimos el alimento para andarlo.
Tenemos un gran camino común a todos. Sobre ello, nos queda discernir la vocación y servicio al que hoy nos llama el Señor a cada uno. Hemos de preguntarnos: ¿qué puedo aportar yo? ¿en qué puedo servir mejor? ¿a qué me está invitando Dios? Esto lo tenemos que hacer cada uno de nosotros, tengamos la edad que tengamos.
El Señor nos va dando señales: en el silencio de la oración, en las invitaciones de otros hermanos, en los acontecimientos diarios que va surgiendo en la Iglesia, en la sociedad, en la familia etc.
Ante dudas y dificultades, como a María, Dios nos dice: “No temas”, yo te daré mi gracia, mi Espíritu. Como ella estamos llamados a confiar y responder con Ella el Sí, que tanta transcendencia tuvo en la Historia de Salvación, también nuestros nuestro S, a todo lo que Dios quiera de nosotros tiene transcendencia salvífica.
María es la Mujer del Adviento, mujer de esperanza que alienta nuestra esperanza es la Figura del Adviento modelo de esperanza y de espera. Pertenecía al resto de Israel, a los anawin, los pobres de Yahvé que se confían enteramente en Dios. Acogió la increíble propuesta de Dios; más allá de no poder comprender cómo, confió, y quedó biológicamente en estado de buena esperanza sin obra de varón, por intervención del Espíritu Santo, y dará a luz al Mesías, al Señor.


ORATIO

Así pues, con la confianza puesta en Oh Dios, le pedimos que, fecundados por su amor, engendremos a Cristo dándolo a luz en cada momento de nuestras vidas, en la Iglesia y el mundo. ¡Oh María Inmaculada, ponemos en tus manos nuestras súplicas, para que tú que eres la Reina de la Pureza y la llena de Gracia, intercedas por nosotros ante tu Hijo nuestro Señor! Mira nuestras preocupaciones, concédenos la paz; mira que tenemos miedo… y con frecuencia éste nos paraliza, porque nos hace desconfiar. Aumenta nuestra fe y fortaleza espiritual, ya que a veces también perdemos la esperanza y nos faltan estímulos para caminar. María Madre de Dios y nuestra, que sepamos siempre poner toda nuestra confianza en Dios. Que en tu de tu corazón humilde, sincero, amemos cada día más a Jesús tu Hijo. Madre Inmaculada, purifica nuestra alma, para que un día podamos glorificar a Dios en el cielo por los siglos de los siglos. Amén.

ACTIO

Repitamos con frecuencia: Oh María, concebida sin pecado, ruega por nosotros.

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