Nuestro Santo Padre, Bendito
por su gracia y de nombre, cuyo recuerdo es una bendición, fue realmente un
hombre bendito porque confió en el Señor. Aquél a quien el Señor se
adelantó a colmarle de sus bendiciones, para que confiara en el Señor,
ya está bendecido con toda bendición espiritual celestial en Cristo,
porque puso su confianza en el Señor. Realmente la bendición del Señor está
sobre la cabeza del justo, en quien la gracia de Dios ha derramado tantas
bendiciones del cielo y de la tierra. (Guerrico de Igny,
Camino de Luz, Serm. II).
En
San Benito, que confió en el Señor y recibió tantas bendiciones, tenemos
nuestro modelo para que pongamos nuestra confianza sólo en el Dios, que nunca
abandona a quien en él confía. Por la confianza se vence al mundo y se recibe
toda clase de bienes. Ciertamente, ésta es la victoria que vence al mundo,
nuestra fe, con tal que no sea tibia, ni temerosa, sino llena de confianza en
Aquél en quien Nuestro Padre Benito confió.
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