La esperanza de los creyentes es el lema del adviento, y el pueblo de Israel es un gran maestro de la esperanza, pues en él como en un embalse de anhelos, se remansa toda la esperanza de la humanidad.
La Iglesia recuerda la
trayectoria mesiánica de este pueblo, para sostener el itinerario de su propia
peregrinación por la historia.
Son tres los personajes que
protagonizan esta esperanza:
·
el
mismo pueblo.
·
Isaías
el profeta.
·
Juan
el Precursor.
Sus textos, como trompetas de un
evangelio de liberación individual y social, son fuente de la celebración de
estos días.
Celebra también la Iglesia esa
ininterrumpida venida del Reino de Dios al mundo actual, cuya culminación
litúrgica es la celebración del Nacimiento de Jesús, el Salvador.
Durante este tiempo se
intensifican actitudes fundamentales de la vida cristiana: la espera atenta, la
vigilancia, la fidelidad en el trabajo, la sensibilidad para descubrir y y
discernir los signos de los tiempos, como manifestaciones del Dios Salvador que
está viviendo con gloria.
A lo largo de estas semanas
tenemos que esforzarnos por descubrir y desear eficazmente las promesas
mesiánicas: la paz, la justicia, la relación fraternal, el nacimiento de un
mundo nuevo desde la raíz.
El descubrimiento de la acción de
Dios en nuestro tiempo despierta en el corazón de la Iglesia una ansiosa
espera. Los que sabemos. Los que sabemos que la primicia de la nueva creación
ya está en nuestras manos, experimentamos que aún no hemos llegado a su
plenitud. Esta última etapa que deseamos alcanzar no es obra nuestra, sino don
de Dios. Esperamos la consumación de este mundo, que Dios concederá
gratuitamente.
El adviento nos dice que la
perspectiva de la vida humana está de cara al futuro, con la esperanza puesta
en la garantía del Dios de las Promesas.
De esta manera, la Iglesia vive
en la historia la progresiva manifestación de Dios, alentada por el ejemplo de
los que la precedieron y encaminada hacia el futuro. Tenemos la esperanza de
que el Dios que ha venido ya y que ininterrumpidamente está entre nosotros,
vendrá definitivamente con poder y gloria, para trasformar todas las cosas a la
medida de lo cumplido en Jesucristo.

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