29 nov 2025

EL TIEMPO LITÚRGICO DEL ADVIENTO

La esperanza de los creyentes es el lema del adviento, y el pueblo de Israel es un gran maestro de la esperanza, pues en él como en un embalse de anhelos, se remansa toda la esperanza de la humanidad.

La Iglesia recuerda la trayectoria mesiánica de este pueblo, para sostener el itinerario de su propia peregrinación por la historia.

Son tres los personajes que protagonizan esta esperanza:

·         el mismo pueblo.

·         Isaías el profeta.

·         Juan el Precursor.

Sus textos, como trompetas de un evangelio de liberación individual y social, son fuente de la celebración de estos días.

Celebra también la Iglesia esa ininterrumpida venida del Reino de Dios al mundo actual, cuya culminación litúrgica es la celebración del Nacimiento de Jesús, el Salvador.

Durante este tiempo se intensifican actitudes fundamentales de la vida cristiana: la espera atenta, la vigilancia, la fidelidad en el trabajo, la sensibilidad para descubrir y y discernir los signos de los tiempos, como manifestaciones del Dios Salvador que está viviendo con gloria.

A lo largo de estas semanas tenemos que esforzarnos por descubrir y desear eficazmente las promesas mesiánicas: la paz, la justicia, la relación fraternal, el nacimiento de un mundo nuevo desde la raíz.

El descubrimiento de la acción de Dios en nuestro tiempo despierta en el corazón de la Iglesia una ansiosa espera. Los que sabemos. Los que sabemos que la primicia de la nueva creación ya está en nuestras manos, experimentamos que aún no hemos llegado a su plenitud. Esta última etapa que deseamos alcanzar no es obra nuestra, sino don de Dios. Esperamos la consumación de este mundo, que Dios concederá gratuitamente.

El adviento nos dice que la perspectiva de la vida humana está de cara al futuro, con la esperanza puesta en la garantía del Dios de las Promesas.

De esta manera, la Iglesia vive en la historia la progresiva manifestación de Dios, alentada por el ejemplo de los que la precedieron y encaminada hacia el futuro. Tenemos la esperanza de que el Dios que ha venido ya y que ininterrumpidamente está entre nosotros, vendrá definitivamente con poder y gloria, para trasformar todas las cosas a la medida de lo cumplido en Jesucristo.

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