Dios es Luz, en Él no hay oscuridad.
Cuando interviene en la historia de los hombres, las tinieblas se
disipan.
Jesucristo, el Verbo Encarnado, nace
para iluminar nuestro camino en la tierra; nace para mostrarnos el rostro
amable del Padre y revelar el misterio de un Dios que no es un ser solitario,
sino Padre, Hijo y Espíritu Santo. En la eternidad el Padre genera al Hijo en
un acto perfectísimo de Amor que hace del Verbo el Hijo Amado del «Padre de las
luces». Del Padre procede Aquel que es «Luz de Luz, Dios verdadero de Dios
verdadero». Aunque esa generación de Luz es inefable y nuestros ojos no pueden
percibirla aquí en la tierra, el Señor no nos ha dejado en las tinieblas si no
que nos ha dejado un signo en el que atisbar algo de tal Misterio. Ese signo es
el nacimiento virginal de Jesús en la noche de Belén.
¡¡¡FELIZ
NAVIDAD!!!
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