El
amor basta por sí solo, satisface por sí solo y por causa de sí. Su mérito y su
premio se identifican con él mismo. El amor no requiere otro motivo fuera de él
mismo, ni tampoco ningún provecho; su fruto consiste en su misma práctica. Amo
porque amo, amo por amar. Gran cosa es el amor, con tal de que recurra a su
principio y origen, con tal de que vuelva siempre a su fuente y sea una
continua emanación de la misma. Entre todas las mociones, sentimientos y
afectos del alma, el amor es lo único con que la creatura puede corresponder a
su Creador, aunque en un grado muy inferior, lo único con que puede restituirle
algo semejante a lo que él le da. En efecto, cuando Dios ama, lo único que
quiere es ser amado: si él ama, es para que nosotros lo amemos a él, sabiendo
que el amor mismo hace felices a los que se aman entre sí.
San Bernardo, abad, (Sermón 83, 4-6: Cantar de los cantares)
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