16 dic 2020

UNA VIDA MONÁSTICA EN PLENA PANDEMIA


  “En la actualidad, muchas personas, que han renunciado a carreras profesionales, a menudo prometedoras, a todo un porvenir, para abrazar la austera Regla de un monasterio de clausura, despiertan sorpresa entre sus amigos y compañeros.

¿Qué les impulsa a dar un paso tan exigente sino haber  entendido, como enseña el Evangelio, que el Reino de los Cielos es “un tesoro” por el que realmente vale la pena abandonarlo todo?  (cf. Mt 13, 44)

 De hecho, estos hermanos y hermanas testifican en silencio que en el corazón de las actividades a menudo frenéticas de cada día, el único apoyo que siempre permanece es Dios, como roca firme  de  fidelidad y   amor. “Todo se pasa, Dios no se muda”, escribió la gran maestra espiritual santa Teresa de Ávila en uno de sus famosos textos. Y ante la difusa necesidad que sienten muchas personas de salir de la rutina diaria de las grandes aglomeraciones urbanas en busca de espacios propicios para el silencio y la meditación, los monasterios de vida contemplativa se presentan como “oasis” en los que el hombre, en peregrinación en  la tierra, puede agotar mejor los recursos del Espíritu y apagar su sed en el camino.

Estos lugares, por tanto, aparentemente inútiles, son indispensables, como los “pulmones” verdes de una ciudad: hacen bien a todos, incluso a quienes no los frecuentan y tal vez ignoran la existencia ” (1).

  Estas palabras son testimonio suficiente de la estimulante y delicada misión que abunda en la vida monástica. En efecto, si su carácter regocijante resulta del gozo de una elección libre y misericordiosa de Dios por una criatura humana más allá de sus límites, es necesario también subrayar que su delicadeza está en su misión de colaborador para la salvación de la humanidad. Es así como la comunidad cisterciense de Santo Domingo de la Calzada, se esfuerza de todo corazón por ser un “oasis divino” en este mundo, suscribiendo la larga tradición benedictina donde: la practica del  “ora, labora y lectio”, constituyen los pilares fundamentales. Esta comunidad, decíamos, siempre ha participado en la salvación del mundo poniendo un punto de relieve en los elementos esenciales antes mencionados. Esto, tanto más cuanto que, a través de nuestra fe, permanecemos convencidas de la eficacia de la oración que siempre toca el corazón de Dios nuestro Padre ante un mundo que, consciente o no, tiene más que necesidad de Él.

 Además, beneficiándonos de la situación geográfica de nuestra comunidad, es decir, de su ubicación en una zona de paso de los peregrinos que caminan a Santiago de Compostela, nuestra conciencia común nos ha llevado siempre a meditar sobre las distintas paradas del Señor en Betania durante su ministerio. (Jn 12, 1-11). Por eso, siempre nos ha parecido muy importante evangelizar a través de la acogida, el hospedaje y el multiforme servicio a los peregrinos. Lamentablemente por la aparición de la epidemia del coronavirus, esta misión profética  está pagando un precio.

 Sin embargo, con respecto al sufrimiento de esta pandemia, nuestra mirada meditativa permanece centrada en el misterio de la Ascensión del Señor, tal como se relata en el libro de los Hechos de los Apóstoles (Cf. Hch 1, 3-11). De hecho, la meditación de este episodio nos tranquiliza que si por un lado, a través de su entrada al cielo, el Señor está ahora a la diestra del Padre y que allí nos prepara lugares, dando así al hombre la posibilidad de acceder al cielo con su alma y cuerpo; por otro lado, El no  nos abandona, sino que por el contrario, ahora está mas cerca de todos los hombres de modo diferente; a partir de entonces, de mutuo acuerdo, como familia comunitaria, hemos resuelto continuar nuestra misión por el bienestar del mundo permaneciendo presentes y solidarias bajo otra modalidad a imagen de Cristo. Presencia y solidaridad que se manifiestan mediante la intensificación de la oración en favor del seguimiento del anuncio del Evangelio por parte de los misioneros para que todos conozcan la salvación de Dios (1Tm 2,3 ), a pesar de las dificultades de este momento. Mucho más procurando la protección de los miembros de nuestra comunidad. También las oraciones incesantes por las víctimas de esta pandemia, la salud y el coraje para los sanitarios; además acierto y decisiones claras para los gobernantes,  y todos aquellos que, de cerca o de lejos, tienen un papel que desarrollan.

  Además, queremos seguir siendo ese corazón de oración y consolación de la humanidad a través de consejos o acompañamiento espiritual diario de quienes nos llaman por teléfono, así como de aquellos con los que tenemos contacto, para que de cualquier manera, confíen en Dios a pesar de las atrocidades actuales y su sufrimiento. También, inspirándonos en los consejos del apóstol Santiago sobre el tema de la fe, que se juzga en función de sus obras (St 2, 14-26), tratamos en la medida de lo posible de realizar obras de misericordia espirituales, y corporales como el Señor nos enseña en el Evangelio de San Mateo (Cf. Mt 25, 35-36).

Sin embargo, mientras seguimos ofreciendo el mundo al Señor, permanecemos humildemente abiertas a su gracia a fin de hacer de nosotras instrumentos fieles de su Amor en medio de un mundo que padece y llora.

 Cistercienses Santo Domingo de La Calzada

 

1) Benedicto XVI.  Angelus del 19 de noviembre 2006

 

 

 

 

 

 

 

 

 


 

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